Sistema de Indicadores para la atención a la emergencia por COVID-19
La pandemia del virus H1N1 del año 2009 puso a prueba los protocolos de atención a la preparación y respuesta a emergencias provocadas por gripe (Aviar y humana – H5N1), cuyo aprendizaje se resumen en que «el mundo está mal preparado para responder a una pandemia grave de gripe o a cualquier emergencia de salud pública que represente una amenaza semejante de alcance global y sostenida” (OMS, 2017).
El Plan de Acción para la Reducción de Riesgo de Desastres 2016-2021 de México es el instrumento que define objetivos estratégicos, programas, acciones, plazos y responsabilidades que permiten materializar una gestión del riesgo de desastres integral. El Plan Nacional para la Reducción de los Riesgos de Desastres se centra en las personas, con un enfoque multi-amenaza y de inclusión (enfoque de género, equidad, etnicidad, derechos humanos, salud del migrante y discapacidad), y responsabilidad compartida.
Las fases de la pandemia se dividen en cuatro: interpandémica, alerta, pandémica y de transición.
De acuerdo al “Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias” de la OMS y el Banco Mundial (septiembre 2019), son siete medidas urgentes a implementar por país, estado y comunidad: 1) gobernanza y coordinación; 2) capacidades de preparación en los países; 3) investigación y desarrollo; 4) financiación; 5) mejora de la confianza y la colaboración de la comunidad; 6) preparación ante una pandemia provocada por un patógeno respiratorio de consecuencias nefastas, y 7) gestión de la pandemia; y las enseñanzas aprendidas y las deficiencias persistentes reveladas en los recientes brotes de diversas enfermedades emergentes y reemergentes, como por el virus del Ebola en África y el SARS.
Hoy en día, la fase de la pandemia de COVID – 19 señala que, en México, al 30 de marzo del 2020 hay 28 defunciones, 1094 casos confirmados, 2752 casos sospechosos y 5635 casos negativos, con una tasa de recuperación del 4% (Gobierno de México, 2020). Estos datos duros no señalan la magnitud ni la priorización de acciones de atención a la emergencia para la toma de decisiones. Lo anterior, resalta la necesidad de contar con indicadores (métricas) que apoyen el conducir de las decisiones basadas en métricas no sólo del perfil epidemiológico de los casos, sino también de la transmisibilidad y necesidad de recursos en los sistemas de salud, aunado a las necesidades en los sistemas de prevención y atención a los habitantes durante el periodo de contingencia (alimentos, energéticos, empleo, vulnerabilidad, exposición, entre otros).
El sistema de indicadores se sustentará en el uso de los mismos para la toma de decisiones (para qué se usarán y cómo se usarán los indicadores) y su monitoreo, entendido como el proceso desarrollo de los mismos bajo un esquema técnico. El diseño y selección de los indicadores se basa en tres pasos (Frausto y Colín, 2019).